miércoles, diciembre 27, 2006

PREFIERO NO SUPONER
Parte I
El despertar del 16 de enero para los habitantes de Talcahuano parecía como cualquier otro día, un amanecer normal, un poco más frío que lo habitual en esa temporada. La señora Teresa, jefa de hogar con dos hijos y separada les preparaba el desayuno a Tomás y Pedro de once y seis años respectivamente. Al otro lado de la ciudad, Juanita una sencilla pobladora a quien el destino no le había permitido ser madre trabajaba arduamente para ayudar a su esposo Esteban, un modesto mecánico de la zona. El resto de los habitantes de Talcahuano seguían su rutina como todos los días.

Doce mil personas nunca se habrían imaginado que serían protagonistas de un trágico suceso que ocurriría horas más tarde y nadie tampoco se habría imaginado que el destino se encargaría de unir para siempre a tres grandes hombres: Tomás, Pedro y Esteban.

Fueron tres pescadores los que sugestionados por lo que había sucedido días antes en Tahití más el par de copas que habían ingerido para capear el frío mar adentro quienes comenzaron con el rumor. Uno de ellos fue el que dijo: “oye, parece que el mar se está recogiendo”… y efectivamente era así. Para las personas experimentadas este comentario no parecía tan desacertado, ya que cuando el mar se recoge, los botes y lanchas salen con mucha facilidad. Quizás fue eso lo que vieron aquel día estos pescadores quienes apenas pisaron tierra, se olvidaron de todo lo que habían pescado en su faena y salieron corriendo a comunicarles a todos que “el mar se estaba recogiendo”. Sólo bastó ese comentario y cambiarían el destino de esa tranquila ciudad.

De telefonazo en telefonazo, de puerta en puerta al puro estilo de candidatos presidenciales del siglo XXI se divulgó rápidamente la noticia en las áreas de Concepción, Talcahuano, Hualpén, Coronel y San Pedro de La Paz. Sólo faltaban minutos para las dieciocho horas cuando la señora Teresa recibió un llamado de nada más y nada menos que de la presidenta de la junta vecinal quien le informó sobre un maremoto en la zona. A esa hora los hijos de la señora Teresa ya habían llegado de la casa de un amigo y se entretenían viendo un programa de televisión

La señora Teresa al escuchar esto entró en pavor y lo único que atinó a decir fue “¡Dios mío ayúdanos!”. Todavía con el teléfono en la mano, completamente inmóvil miró por su ventana y vio personas corriendo, camionetas llenas de gente, caballos, carretas... todo servía para escapar del presunto maremoto.

Es en circunstancias como ésta donde el instinto humano florece y muestra lo débiles que somos.

La señora Teresa miró nuevamente a sus hijos y vio una imagen tierna y dulce: Tomás y Pedro jugando. Miedos, angustia y preocupaciones pasaron por su mente… amaba tanto a esos niños y si les pasaba algo…no se lo quería ni imaginar. De pronto un fuerte dolor en el pecho que no le permitía respirar, como un rayo traspasándole, la hizo caer al suelo con los ojos nublados y perdidos. Tomás el mayor de ellos se dio cuenta de la situación y corrió a ver a su madre. Enseguida salió a la calle a pedir ayuda mientras Pedro acariciaba la cara de la señora Teresa tratando de transmitirle calma y paz mientras le decía que todo iba a estar bien. Tomás sólo veía automóviles llenos de gente y miles de personas desenfrenadas sin rumbo exacto, tratando de huir al parecer al lugar más alto de la ciudad.

Esteban se enteró de otra forma de la noticia. Un amigo lo llamó para advertirle y él desesperadamente corrió a su casa a buscar a su esposa Juanita. Cuando la vio, ambos se abrazaron y lloraron muertos de miedo pero felices de estar juntos nuevamente y tan sólo con lo que llevaban encima huyeron al lugar más alto de la ciudad junto a nada menos que doce mil personas.

Cuando Esteban recibió la segunda llamada de su amigo, esta vez para preguntarle dónde estaba para ir a buscarlo y huir juntos del “infierno de Talcahuano” - infierno porque nadie quería estar ahí - él respondió que iba camino a unas lomas y su amigo decidió ir a buscarlo en su camión. Cuando éste llegó al encuentro de Esteban, toda la gente que estaba alrededor se abalanzó sobre el camión para tratar de subir. Era una multitud agolpada que parecía que iban a dar vueltas el vehículo… y subían y subían todos menos Juanita y Esteban. Era una locura, como una película alemana de los años cuarenta. Juanita trató se subir pero no podía ni con la ayuda de su marido, quien ya estaba arriba del camión. Esteban trató de tomar la mano de Juanita, pero fue empujado por otra persona que estaba subiendo más gente al camión que en ese momento ya se ponía en marcha para partir. Juanita resbaló y cayó al suelo inconsciente.

A las dieciocho horas del 16 de enero del 2005, dos mujeres yacían en el piso: Teresa y Juanita sin conocerse, accidentadas por un mismo suceso a raíz de una misma causa: la falta de información.

Mientras en Santiago todos los canales y prensa en general incluso el notero del matinal querían sacar partido de este suceso entrevistando a los que corrían y sacando historias. Algunos dijeron en su oportunidad que habría sido un aviso de la Armada de Chile que habría informado de este suceso y que la noticia habría salido de isla Quiriquina, un lugar bajo la tutela absoluta de la Armada, y en donde funciona la Escuela de Grumetes de la institución.

La Onemi por su parte quería dejar una cosa muy en claro que sólo había sido un pánico colectivo, mientras don Jaime Romero, Director de Protección Civil y Emergencias de la Intendencia de la región aclaraba lo sucedido en la zona y daba a conocer el informe de víctimas. Éste dijo: “sólo tenemos un caso de una mujer mayor que habría muerto por un ataque cardíaco”… ya saben Uds. de quien está hablando… se les olvidó hablar de Juanita que también falleció ese día, pero cuyo caso fue tomado por Carabineros de Chile como un accidente automovilístico.

El gobierno dijo: “no hay damnificados”… yo habría dicho: “estimados televidentes la cifra de los damnificados del suceso son tres personas, los nombres de éstos son Tomás de once años, Pedro de seis, y Esteban de 35 aproximadamente que se han quedado solos para siempre” esa habría sido mi respuesta. Ellas se fueron y seguramente estos hombres alguna vez en sus vidas comerán el pescado que sacarán estos mismos tres hombres que vieron como se recogía el mar.

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